No recuerdo la fecha exacta, no recuerdo el día. Tampoco podría decir cuántos años atrás. Quizás unos 4 o 5. Esa noche me acosté sin mucho sueño y me quedé pensando. A veces hago eso. No sé qué tan bueno sea eso cuando las cosas se van encadenando.
Por alguna razón llegué a mi abuela paterna. Pensé mucho en ella. Siempre había estado. Y yo sabía que, de alguna forma, quizás yo era uno de sus nietos regalones; me apenaba que por diversas razones ya no la viera tanto. Pero esa noche sin poder dormir no dejaba de pensar en ella... y llegué a esa pregunta de qué pasaría cuando ya no estuviera con nosotros, cuando la perdiéramos para siempre.
No podía quitarme ese pensamiento, y en esa idea me fui hundiendo. Trataba de dormir, de quedar inconciente, pero no me resultaba. Se me clavaba esa imagen de cuando iba con ella a ver a mi mamá a la clínica, en donde había nacido mi hermano. Nos devolvíamos a la casa, a la de ella, allá en Ñuñoa. Ibamos de la mano, ella me llevaba.
¿Cómo sería cuándo no estuviera? No podía parar de llorar, porque era terrible. ¿Qué haríamos? ¿Qué sería de nosotros? Hasta ahora pienso que sigue en la casa. Las reuniones o celebraciones familiares no son lo mismo... pero a veces me quedo con la idea que se quedó acostada, que está durmiendo. Todavía siento sus manos, su cara, sus labios. Y su voz, y su risa, y su canto.
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Qué tonto fui, mami. De verdad creía que no te irías nunca, que yo lo haría primero. No tenía lógica, pero no podía entender que pudiera darse de otra manera. Eras inmortal. Y lo eres.
Cuando reparo en que no estás me baja la angustia. Es aquel momento en que veo algo que de manera sencilla me evoca a ti. El otro día vi un paquete de esos dulces Ambrosoli que se llaman Arbolito. Un paquete grande de un popurrí de caramelos. Te gustaban esos. "¿Por qué le gustan estos, mami?" "Porque son ricos y trae de hartas variedades".
Mami. Nosotros, todos, te decíamos así, no "abuela". Las otras personas dicen así, nosotros no. Mami. La Mami Gladys.
La última vez que te vi, una semana antes que te fueras, pensaba en tu estado. Llevé mi cámara y te grabé. No estabas muy bien... pero yo no imaginaba. En el último tiempo, siempre trataba de grabarte algún instante, por eso hay varios fragmentos que atesoro.
No concibo que haya pasado un año, no me cabe en la cabeza. Entiendo a la tía Chechi cuando, a propósito de algo que te recuerda, se le llenan los ojos lágrimas o directamente se larga a llorar. Me estremecí cuando Jimmy, mientras bromeaba con pallas durante el 18, hizo una referente a cuanto te extrañamos, a como quedamos solos. Nos emocionamos, me emocioné.
Hace un año recibí esa llamada que, de alguna forma, sabía que llegaría. Era mi mamá y me avisaba de todo esto. Partí a verte, desesperado, temblando, con los ojos apenas. Verte ahí fue raro: te veías tan tranquila. A pesar de lo que te costaba respirar en los últimos días, siempre lo intentabas. Algo se venía a tu mente y lo decías. Y aún al final eras capaz de reirte y de bromear. Ahí, en ese instante, en esa habitación donde estuviste los últimos días, te veías tan tranquila y bien, descansando, casi con una sonrisa, como durmiendo. Eso pensaba. Te tomaba la mano, te acariciaba la cara. Fueron varias horas ahí, con tu traslado, con esos café que no se sentían, con todos sin nada que decir, desorientados y perdidos. Yo al menos. Tratando de estar tranquilo, porque eso te habría agradado. Y Sebastián que no podía más, que era un cuerpo en shock. Lo entendía, me sentía igual. Pero no podíamos estar dos personas así en ese momento, dos nietos tuyos que tanto te amaban. Trataba de alentarlo y sacarlo de eso. No se podía.
Cuando me despedí de ti ese día fue la última vez que te toqué. Tomaba tus manos, tocaba tus mejillas y te daba un beso. Recordaba tu voz, tu risa y se me venía a la mente tu canto. ¿Por qué te ibas? ¿Por qué primero que yo? Habías sido una verdadera madre para la mía. Quedaríamos sin ti y no podríamos con eso. Las fiestas de fin de año serían diferentes. Cada cumpleaños, cada doce de marzo. Y ese día que quedaría para siempre.
Sería lindo verte de nuevo... En eso me ayudan las imágenes y las grabaciones. Pero quería que los hijos que tuviera llegaran a conocerte, y tú a ellos. No se podrá, pero les hablaré de ti. Nadie es inmortal, pero de cierta forma sí lo es cuando se los recuerda, cuando la memoria los mantiene con nosotros. Quienes no creemos en algo más, nos aferramos a ese recuerdo, a esa imagen. Me duele el pecho, me agobio. Ya no estás con nosotros, y me siento tan triste por eso. ¿Qué puedo hacer? Quisiera retroceder en el tiempo. Me gustaría escucharte.
Gracias por todo lo bien que nos hiciste.
Con amor,
Tu nieto.
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